Níger: “Era un caos, el hospital estaba lleno a rebosar”

“Cuando llegué al hospital de Lazaret, en Niamey, a primeros de mayo, todo era un caos. El hospital estaba lleno a rebosar. Cada día, nuestro equipo ingresaba a 350 pacientes con meningitis y proporcionaba tratamiento ambulatorio a otros 400. Para dejar camas libres, nos veíamos obligados a dar el alta a los pacientes en cuanto empezaban a mostrar señales de mejoría y proporcionarles el resto del tratamiento de forma ambulatoria. Un equipo médico adicional vino para ayudarnos a hacer frente a una cantidad tan ingente de enfermos. 

 

En las dos últimas semanas, el número de ingresos ha descendido notablemente, de unos 100 pacientes nuevos al día a solo 30. Sin embargo, estamos preparados para abordar una nueva oleada por si fuera necesario, tanto aquí en la capital como en otras partes del país afectadas por la epidemia. Necesitamos estar seguros de que se envía a los pacientes a un centro sanitario lo antes posible para proporcionarles tratamiento.  

 

 

El tratamiento de la meningitis es bastante sencillo, siempre y cuando se administre a tiempo. Los pacientes deben tomar un antibiótico denominado ceftriaxona durante cinco días. 

 

Esta enfermedad afecta principalmente a los jóvenes. La mayoría de nuestros pacientes tienen entre 5 y 30 años. Cuando llegan, suelen presentar fiebre, rigidez en el cuello y vómitos. A veces, los niños tienen convulsiones durante toda la noche, pero no llegan al hospital hasta la mañana siguiente. Todos los días nos llegan pacientes que están ya en estado coma. Demasiados pacientes llegan tan tarde que ya no podemos salvarlos. 

 

Afortunadamente, también hay casos de meningitis moderados. Pacientes que llegan andando por su propio pie. Estos tienen muchas más posibilidades de sobrevivir.  

 

El principal problema de la meningitis es que el paciente puede parecer estar en buen estado y, de repente, se presentan complicaciones y tiene que ser trasladarlo a cuidados intensivos. Las complicaciones surgen cuando las bacterias son especialmente virulentas. Desgastan el organismo  consumiendo las reservas de azúcar y de agua y, entonces, desencadenan una serie de inflamaciones que causan deshidratación, fiebre y la disfunción de órganos vitales. Por ello, mantenemos una constante vigilancia de los pacientes y controlamos los niveles de azúcar en sangre y los signos vitales.