Etiopía: tras la sequía, fuertes inundaciones dificultan la vida de la población ganadera

La sequía que sigue azotando la zona está desafiando el estilo de vida de estas comunidades nómadas.

Durante la mayor parte del año, las regiones Afar y Sitti al este de Nigeria, son lugares totalmente secos e inhóspitos. A pesar de eso, es una región en la que viven muchos ganaderos, moviéndose de un lado a otro buscando agua y pastizales para alimentar a su preciado ganado.  
 
Este estilo de vida delicadamente balanceado cambió hace dos años, cuando las lluvias comenzaron a escasear, dejaron de crecer los plantíos y murió el ganado. La sequía que sigue azotando la zona está desafiando el estilo de vida de estas comunidades nómadas. 
 
Muchas de las poblaciones nómadas locales de la región afirman que esta es la peor sequía que han visto en 25 años. Sin agua o pastizales cercanos para poder alimentar a sus animales, éstos han dejado de producir leche y han comenzado a morir. Las comunidades ganaderas se han vuelto dependientes de la ayuda que proporcionan el gobierno y unas cuantas ONG’s.
 
Durante dos años, si había lluvias, eran muy escasas y, en su desesperación muchas personas comenzaron a vender sus animales para comprar comida. En una cultura en donde el ganado está relacionado con la supervivencia humana y el estatus social, a veces se dice que los ganaderos “preferirían morir antes que vender a sus animales.” Naturalmente, esta es una decisión difícil.
 
Mohammed Delal era integrante del equipo de MSF enviado a Afar en septiembre. “Cuando llegamos, la situación era horrible. En particular, me impresionó un área específica,” dice. “Vimos un campo con muchas, muchas tumbas. Una de las más recientes pertenecía a una madre, un padre y cinco niños. Aparentemente, todos habían muerto a causa de la malnutrición o causas asociadas a la malnutrición. En algunos de los lugares que visitamos podíamos oler la muerte. Los animales estaban muriendo a un ritmo alarmante, y la población local luchaba por enterrar los cuerpos en descomposición de los animales. Esto dejó un olor pútrido que permanecía en el aire.”
 
En las clínicas en las que trabaja MSF, había un creciente número de niños con malnutrición. Sus padres los llevaron con la organización porque no tenían ningún otro lugar a donde ir. Comenzaron a propagarse las enfermedades asociadas con el hambre y las pobres condiciones de vida, como el sarampión, la diarrea aguda y la neumonía.
 
Durante el transcurso de la sequía, los diferentes clanes adoptaron distintas estrategias para lidiar con la situación. Algunos de los somalíes más fuertes en Afar huyeron con sus familias a través del largo camino hacia Djibouti, en donde podrían apoyarse en sus compañeros de clan.
 
 
 
Pero Mohammed conoció a muchas personas que estaban demasiado débiles como para viajar. Un grupo con el que se encontró en el camino ya no tenía alimentos. Cuando les preguntó a dónde iban, el anciano del grupo simplemente respondió: “estamos esperando nuestra muerte. No tenemos más ganado y no podemos seguir adelante o regresar. No queda nada más para nosotros.”
 
En los primeros meses de 2016 las cosas se deterioraron aún más, y el gobierno de Etiopía lanzó un llamado de ayuda a la comunidad internacional. En ese momento, MSF ya estaba trabajando en Etiopía con los actores gubernamentales, ONG’s humanitarias y el Programa Mundial de Alimentos.
 
Gradualmente, se lograron algunos resultados positivos a través de distribuciones de alimentos dirigidas y programas de nutrición a nivel hospitalario. El apoyo estaba llegando a las familias que más lo necesitaban y a los niños con los casos de malnutrición más severa. 
 
Las cosas comenzaron a cambiar a mediados de marzo, cuando comenzaron las lluvias; pero llegaron con cruel sabor amargo. Los constantes cielos azules, que por tanto tiempo cubrieron la zona, se volvieron grises, y el este de Etiopía fue azotado por incesantes lluvias. 
 
En los primeros días de las lluvias, muchos de los caminos que los actores humanitarios usaban se volvieron fangosos e imposibles de transitar. Algunos refugios improvisados de las personas afectadas fueron arrastrados junto con el ganado. Muchas personas de la población local dijeron que estas eran las peores lluvias que habían experimentado en su vida.  
 
 
 
MSF estaba preocupada de que la gente fuera excluida de la ayuda médica y alimenticia, y además también existía la posibilidad de que se presentaran brotes de cólera y un resurgimiento de malaria.
 
La situación se volvió increíblemente difícil, de acuerdo con Ekin Gayretli, coordinador de proyecto de MSF en la región Sitti. “Nuestros tres centros operacionales principales tuvieron que incrementar su alcance hacia las localidades más remotas, pero aún así, continuamos con nuestro trabajoEl equipo de MSF en Afar estaba buscando nuevas formas de llegar hasta los más vulnerables, pues la situación se hacía cada vez más difícil para estas familias. Durante el peor momento de las inundaciones, salimos a examinar a los niños. Las familias con niños que se encontraran necesitadas, recibieron una ración doble de alimento terapéutico rico en nutrientes,” cuenta Mohammed. 
 
Para cuando se puso en práctica esta estrategia, la estadía de Mohammed en Afar estaba llegando a su fin y él se preparaba para regresar a casa. Dejar un proyecto siempre es difícil, especialmente cuando hay tanto por hacer. 
 
Mientras seguían las lluvias, la región lentamente pasó por una metamorfosis. El pasto comenzó a crecer por todos lados, y el que una vez fue un paisaje semi desértico se volvió verde. Para la gente de la región, este cambio naturalmente trajo consigo un sentimiento de alivio. 
 
Luis Ponte, que tomó el puesto de coordinador del proyecto en Afar a mitad de las inundaciones, remarcó: “con el pasar del tiempo, pudimos ver un cambio. Los animales que habían sido poco más que piel y huesos comenzaron a ganar peso. La leche, elemento básico de la alimentación en la región, de nuevo comenzó a ser vendida por los ganaderos."
 
Aunque el número de niños con malnutrición también disminuyó, la situación sigue siendo inestable. Hace unos días, cuando le preguntamos sobre la situación, Luis nos comentó lo siguiente: “aún hay necesidades. Ocasionalmente nos encontramos con familias que tienen a niños que sufren malnutrición severa. También estamos conscientes de que las lluvias sólo duraron un mes. Sólo podemos esperar que esto sea suficiente para que la población ganadera pueda sobrevivir el periodo de escasez en el que no crece nada.”
 
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