Diffa: otra crisis olvidada

La región nigerina a orillas del lago Chad es víctima de un conflicto entre Boko Haram y las fuerzas armadas de Níger. Lo cuenta Omar Ahmed, coordinador general adjunto de MSF en Níger

La región nigerina de Diffa, a orillas del lago Chad y fronteriza con Nigeria y Chad, es víctima de un conflicto entre el grupo armado Boko Haram y las fuerzas armadas de Níger.
 
Si bien el grupo armado lleva actuando más de seis años en Nigeria, provocando desplazamientos masivos de personas hacía los países limítrofes, en Níger no se produjeron los primeros ataques terroristas hasta febrero de 2015. Desde entonces, el número de ataques ha aumentado exponencialmente. Y en consecuencia, cientos de civiles han resultado heridos y cientos de miles desplazados. Y es que, como bien dice el proverbio africano, ‘cuando los elefantes luchan, es la hierba la que sufre’.
 
Según Naciones Unidas, entre febrero del año pasado y abril de 2016, Boko Haram llevó a cabo 98 ataques solamente en la región de Diffa. Entre ellos, fue especialmente sangriento el ataque a las islas del lago Chad, que dejó alrededor de 216 muertos, 60 desaparecidos, y 25.700 desplazados hace ahora un año. Asimismo, también fue muy violento el ataque a Chétimari y Dagaya, ocurrido a finales de agosto del año pasado y que causó alrededor de 150 muertos y 8,000 desplazados.
 
Lejos de remitir, durante las últimas semanas los ataques han vuelto a incrementarse y, en consecuencia, también el nivel de violencia de los enfrentamientos armados.
 
La semana pasada, una base de la guardia nacional situada en el pueblo de Zarwarame fue atacada y seis militares perecieron en el ataque. En respuesta al mismo, un enfermero de un centro de salud pública fue arrestado, según algunos testigos de forma muy violenta, tras ser acusado de dar informaciones a los atacantes. Días después, dos jóvenes suicidas se hacían explotar – al parecer antes de tiempo – dentro de un taxi que las conducía hacía Diffa en el día del mercado semanal, causando la muerte de cinco personas, entre ellos una mujer y su bebé. La explosión tuvo lugar a unos cientos de metros del centro de salud de Ngarwa, en el que nuestros equipos se encontraban realizando una visita de supervisión.
 
 
De nuevo, la pasada noche del 11 de abril, el cinturón bomba de un kamikaze explotó antes de tiempo mientras intentaba llegar a un puesto militar, matando a cuatro personas e hiriendo a seis más. El atentado suicida tuvo lugar en un barrio a las afueras de la ciudad de Bosso, una ciudad situada a orillas del río Komadougou y cercana al lago Chad donde viven cientos de desplazados. Dos heridos graves fueron transportados por los equipos de Médicos Sin Fronteras hasta el hospital regional, donde fueron operados.
 
La población de Diffa vive con miedo, sobre todo en el distrito de Bosso. Muchos están traumatizados por las duras experiencias vividas durante los ataques y los enfrentamientos. Víctimas del temor, no duermen y prefieren no salir de sus refugios por las noches. Además, los rumores de la existencia de miembros de Boko Haram infiltrados en las poblaciones de desplazados, así como los consecuentes arrestos, van in crescendo. Y con ello, la paranoia se instala cada vez más entre las comunidades desplazadas.
 
Por otro lado, el personal sanitario ha huido de las zonas rurales y se ha instalado en la ciudad de Diffa (o incluso fuera de la región los que pueden permitírselo).
 
Nadie quiere vivir en las zonas rurales o en las ciudades más pequeñas. Ante la falta de otras organizaciones presentes en las zonas inaccesibles, Médicos Sin Fronteras se esfuerza en ofrecer servicios de salud primaria y secundaria a la población víctima del conflicto, con especial atención a la población desplazada. El acceso a las estructuras sanitarias y la gratuidad de los servicios, siguen siendo los retos más importantes a los que hacemos frente.
 
 
Hoy día ya son más de 300.000 las personas que han buscado refugio en la ciudad de Diffa, huyendo del conflicto en la vecina Nigeria o de los pueblos de la región principalmente situados a lo largo de la frontera que han sido atacados o que están bajo amenaza de ataques. Tanto el lago Chad como el río Komadougou representan zonas geográficas limítrofes de alto riesgo.
 
El otro día, mientras mis compañeros comprobaban el estado nutricional de varias decenas de niños en el centro de salud de Nguigmi, pudimos hablar con Ari G., de 30 años, viuda y con tres niños a su cargo, que nos contó su desesperada huida a lo largo de los últimos meses:
 
"Tras recibir órdenes por parte de las autoridades, nos fuimos de Fefewa (una isla del lago Chad) hacia Kimegana.
 
Nos dieron 48 horas para desalojar, ya que de lo contrario corríamos el riesgo de encontrarnos en medio de los enfrentamientos entre el ejército y Boko Haram.
 
Anduvimos durante tres días llevando con tan sólo con nosotros un bidón de 25 litros vacío, un poco de agua y algo de comida. En Kimegana no había comida. Vendí todos mis abalorios para poder comer. Muchos otros estaban aún peor, así que compartíamos lo poco que teníamos con ellos. Cuando la ayuda llegó, la comida no era suficiente para todos los desplazados.
 
En mi casa en Fefewa no me faltaba comida y vivía muy bien dedicándome a la horticultura; no estaba acostumbrada a tener que enfrentarme a una situación así. Al cabo de un mes, las autoridades nos obligaron a abandonar también Kimegana, así que de ahí nos fuimos a Koudo Kindilla. Después de sufrir tanto, ya sólo deseo que llegue la paz y poder volver a casa"
 
Ante las medidas gubernamentales que pretendían cortar en todo lo posible las vías de ingreso al grupo armado (prohibición de cultivo, de la pesca y del transporte en vehículos con matrícula nigeriana), la economía local ha sufrido mucho y apenas hay alimentos disponibles.
 
Médicos Sin Fronteras, a través de sus clínicas móviles y del apoyo a los centros de salud, distribuye suplementos nutricionales a los niños con desnutrición moderada, así como a sus familias, con el objetivo de paliar el déficit de distribuciones alimentarias y de asegurar el tratamiento domiciliario de la desnutrición en un país donde ésta es todavía una enfermedad crónica.
 
 
Por desgracia, la crisis continúa agravándose. Por un lado, las autoridades regionales anunciaron semanas atrás un plan de relocalización de la población desplazada para protegerlos del lanzamiento de una ofensiva, lo que provocaría nuevos desplazamientos. El anuncio indicaba la intención de alejar a la población de los lugares donde se producirían los enfrentamientos, a un mínimo de 30 kilómetros de la frontera.
 
Pero este plan derrumbaría muchos de los esfuerzos hechos en materia de agua y saneamiento, refugio, salud y educación y estas personas se encontrarían con las mismas necesidades en las nuevas zonas después de la recolocación. Tras un año de intervención humanitaria, se necesitaría una inversión enorme de recursos para cubrir las nuevas necesidades de las más de 100.000 personas que tendrían que desplazarse.
 
Por otro lado, los ataques terroristas no tienen visos de cesar. Prueba de ello es el recrudecimiento del número de ataques ocurridos en las últimas semanas con respecto a la calma vivida desde diciembre del año pasado. Mientras tanto, las organizaciones humanitarias y las agencias de Naciones Unidas siguen sin ser capaces de responder a todas las necesidades existentes, ya que, aducen, la inseguridad impide su acceso a los lugares donde se encuentra la población afectada.
 
 
 
El proyecto de MSF en Diffa proporciona salud primaria en zonas rurales a través de consultas externas, referencias hospitalarias, partos, consultas de salud mental y educación para la salud. Asimismo, trabaja en centros hospitalarios en las ciudades de Diffa y Nguigmi, donde da apoyo a las respectivas maternidades y pediatrías.
 
Y por último, responde a las urgencias producidas por los desplazamientos, distribuyendo bienes no alimenticios y suplementos nutricionales o construyendo letrinas. En 2015, los equipos de MSF llevaron a cabo más de 140,000 consultas externas – de las cuales casi 2.000 fueron consultas de salud mental -, asistieron 2.370 partos y apoyaron en la vacunación a 3.178 niños. Actualmente, en paralelo a las actividades regulares, ha concluido una campaña de vacunación preventiva contra el cólera.
 
 
 
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